Una de mis aficiones favoritas es la de analizar cualquier cosa que pille y descuartizarla para encontrar razones escondidas. Así que… ¿por qué no hacerlo con mi desaparición bloguera?
Lo de dejar de escribir no fue un proceso premeditado. Ojalá. Se trató más bien de una serie de situaciones que acabaron desembocando en un momento de lucidez en que caí en que no estaba haciendo las cosas bien. Y entiéndase “bien” como alineamiento con mis objetivos.
Déjame que te haga una pregunta.
¿Eres consciente de la importancia de la percepción que tienen los demás de ti para conseguir lo que deseas? A ver, es algo que todos sabemos. Pero en mi caso cobró una dimensión diferente. Ganó en profundidad.
Por un lado gracias a dos lecturas muy enriquecedoras: Las 48 leyes del poder y Las 22 leyes inmutables del marketing. De un total de 70 leyes saqué una o dos que me dieron bastante que pensar sobre mi mismo y el camino que estoy llevando.
La clave: cómo funciona nuestra mente y la tiranía de las apariencias. Nuestra capacidad para recordar es limitada. Necesitamos ahorrar esfuerzo constantemente en el mundo saturado de estímulos en que vivimos. Así que asociamos a las cosas categorías simples para facilitarnos la vida. Por ejemplo pensamos en Coca Cola como refresco universal o Fnac como lugar donde comprar cultura. Y con las personas sucede igual.
En tu cabeza seguramente esté Pepita, diseñadora gráfica molona. O Paquito, el mejor contador de chistes del barrio. Y cuando necesitas a alguien que te entretenga porque estás aburrido, o si tienes que hacer un cartel para la fiesta de inauguración de tu nuevo local, como los tienes fichados así en tu cabeza, casi seguro que les llamarás a ellos.
¿Y todo esto qué tiene que ver con abandonar el blog?
Como decía, una serie de situaciones me hicieron darme cuenta de una realidad alarmante: mi posicionamiento en las mentes de los demás era totalmente difuso. Para algunos soy fotógrafo. Para otros soy operador de cámara con sueños de ser director de fotografía (el que se encarga de elaborar la imagen en el cine y las series, por si no sabes lo que es). Luego están los que han empezado a verme como alguien metido en tema de marketing. Y los que incluso piensan que quiero meterme a coach. Y mi madre por ahí vendiéndome como que sé hacer páginas web, cuando todavía no sé… Todo esto, claro está, con montones de matices para cada persona en concreto.
Ah, y esas son solo categorías profesionales. Que luego si nos metemos en categorías más personales como que soy un friki, que si me estoy metiendo a cocinero, si me encanta el baloncesto o si soy un sieso o un colgado van a parte.
Pero oye. Es como funcionan las cosas. Y no me quejo por ello. Al fin y al cabo es la imagen que he ido transmitiendo con mis acciones a lo largo de los años. La huella que he ido dejando en la gente y por la que me recuerdan.
El problema era el abismo que hay entre cómo vivo en la memoria de la gente y cómo quiero que me recuerden. Y, respecto al blog, cómo este estaba alimentando una visión no errónea pero si distanciada de lo que soy y quiero ser. No miento si digo que un blog es una herramienta muy poderosa para decirle a los demás quién eres.
Y a la vez que me daba cuenta de eso también fui tomando conciencia de que en realidad quiero ser demasiadas cosas. Y eso causa problemas muy serios cuando conoces gente nueva o quieres que las personas que conoces te vean de cierta forma. La gente te recuerda por una o dos cosas como mucho. Y si cada uno te recuerda por una cosa diferente al final estás cerca de no ser nadie…
Incluso en tu mundo interior, en el propio concepto que tienes de ti mismo y en la coherencia necesaria para ser creíble causa problemas el querer ser veinte cosas a la vez. Tu identidad se tambalea y no sabes bien quién eres. También nosotros necesitamos categorías simples para etiquetarnos a nosotros mismos si queremos avanzar hacia algún punto en vez de andar dando tumbos.
Por eso decidí cortar el flujo de mensajes por aquí. Dejar de construir la imagen que los que me leéis os vais haciendo post a post y hacer limpieza en mi para conseguir un objetivo clave: concentrar mis fuerzas en una sola visión de mi para todos.
A eso me he dedicado en el último mes. A eliminar y descartar lo superfluo en mis aspiraciones y objetivos. A centrarme en aquellos que realmente me produzcan satisfacción. Que disfrute luchando por ellos. Y una vez tenga claro un punto de partida (porque este tipo de cosas es el trabajo de una vida entera) retomar nuestra comunicación y que puedas verme cómo realmente soy.
O cómo deseo que me veas.