Últimamente hay un apartado en mi faceta de autoaprendizaje que me tiene bastante mosqueado. Si eres un autodidacta como yo o te interesa serlo, una de las herramientas más interesantes que tienes a tu disposición son los cada vez más conocidos “MOOCs”, o cursos en línea masivos y abiertos para los amigos.
Tuve el placer de conocerlos a principios de este año, cuando empecé a investigar las formas del e-learning en la actualidad para un trabajo de la universidad (que por cierto me quedó precioso) y me pareció un formato de autoaprendizaje bastante poderoso. Sobre todo teniendo en cuenta el precio que tienen: GRATIS.
Para que te hagas una idea, los “MOOCs” son cursos con acceso libre a todo el que quiera unirse, que fomentan la participación entre los inscritos, y ofrecidos en grandes plataformas como Coursera o FutureLearn. La mayoría son del ámbito anglosajón, aunque en los últimos tiempos están surgiendo algunas iniciativas en nuestra querida lengua materna con propuestas bastante interesantes, como es el caso de Miriada X.
La temática de los cursos es muy, pero que muy diversa. Es más, me apuesto el cuello a que hay alguno que esté relacionado con aquello que estás estudiando o con tu puesto de trabajo deseado. Incluso me atrevo a doblar mi apuesta diciendo que si te pones con uno de ellos aprenderás cosas interesantes que desconocías y que te acabarán siendo de utilidad. Su calidad es indudable.
Esa calidad se debe en gran parte a las instituciones que están detrás de estas iniciativas tan democráticamente educativas y culturales: las universidades. Las grandes universidades del mundo mundial se han centrado en ofrecer un catálogo de cursos gratuitos de alta calidad para… Espera. ¿Para qué? Lo cierto es que no termina de estar muy claro. Sino… ¿Qué clase de modelo de negocio se sustenta en plataformas de carácter gratuito, que además tienen unos requisitos técnicos que no son precisamente baratos, profesores de alta reputación implicados y diseños a la última? Desde que empecé a investigar el tema siempre he tenido la sensación de que hay gato encerrado en todo esto.
A ver, sí que hay cosas obvias. Para empezar está el tema de los certificados. Básicamente, para premiar tu gran esfuerzo por haber completado las arduas tareas que te ponen cada semana (JA), puedes pagar un dinerillo curioso para obtener un diploma precioso para que lo pongas en la pared de tu cuarto y pienses que hay que ver cómo lo petas. La verdad, no me apetece meterme a criticar este tema, porque se cae por si solo el valor que puede tener un diploma así. Si ya de por sí creo poco en los papelitos de cosas más gordas como carreras universitarias, de esto ya te puedes hacer una idea de lo que pienso.
Pero además de los diplomas, que se supone sustentan el modelo de negocio, creo que hay un par de cosas más que hacen que las universidades estén interesadas en hacer este tipo de aprendizaje online. Como bien sabrás, vivimos en una época en la que la información personal ha cobrado una importancia bestial. Datos como tu correo electrónico, asociados a tu edad, lugar dónde vives, intereses, etc. se han convertido en un bien muy preciado por el que muchas empresas están dispuestas a pagar una buena cantidad de dinero.
Me resulta curioso que esté afirmando esto. Antes pensaba que era una exageración, que estas cosas no eran tan importantes. Pero desde que me he puesto a estudiar el tema del marketing online estoy flipando con el inmenso valor que tienen estos datos. Y por extensión la importancia que tiene que los tengamos bajo control. Pero eso es un tema para otro día.
Ah, y antes de que se me olvide, la otra cosa que sacan las universidades de todo esto es prestigio y publicidad, haciéndose presentes en nuestras vidas para cuando estemos pensando en hacer cosas más serias los tengamos en cuenta y sepamos que realmente lo que ofrecen es calidad de la buena.
Con todo este repaso no quiero decir que haya que demonizar estas acciones. ¡Al contrario! Es bueno dar gracias porque se nos ponga a nuestra disposición tal cantidad de conocimientos de una calidad tan grande de forma gratuita. La verdad es que lo veo como un modelo de educación en la que ambas partes salen beneficiadas. ¿Y no crees que es bonito cuando todos podemos ganar?
Gratis: El problema de los ‘MOOCs’
Antes de seguir desviándome, debo volver a la intención inicial de la entrada, que no es otra que quejarme un poquito y despotricar sobre por qué no funcionan. Porque sí. Te lo digo yo. No funcionan.
A no ser que seas un crack del autocontrol y tengas un poco de tiempo libre.
Para empezar, el simple hecho de apuntarte a un “MOOC” es como una maldita droga. Cada mes ves la lista de cursos nuevos aquí y suele haber como 4 o 5 que te flipan. Encima, como sabes inglés, tienes la desventaja de que tienes mucho entre lo que elegir. Demasiados. (Cualquiera que me lea diciendo que saber inglés es una desventaja me puede crucificar y todo). Y lo peor de todo te puedes imaginar qué es… ¡Son gratis! Así que no pasa nada si te apuntas y luego no lo haces.
Da igual que seas consciente de que no tienes tiempo material en tu vida diaria. Ese conocimiento solo sirve para reducir la lista de elegidos a 2 o 3. El poder del gratis es demasiado irresistible. Pero con lo que no cuentas es que ya llevas otros tres cursos arrastrando de meses anteriores. Otros tres que además llevas semanas sin tocar. Que te llegan los emails religiosamente recordándote que una semana nueva empieza y que tienen un montón de contenido nuevo super interesante que te va a encantar esperando a que entres. Y quieres entrar. Pero no entras, porque tu vida no te deja. Y como no te han costado nada, no tienes motivo ninguno para anteponerlos al resto de cosas en tu vida.
Y he aquí una gran verdad que poco a poco voy descubriendo. Si quieres hacer un curso y aprender de verdad con él, paga por él. El pagar va a hacer que le prestes mayor atención, que realmente quieras terminarlo. Es triste pero cierto. Cuando quieres conseguir algo de verdad tiene que haber algo en juego. Y si no pagas por el, por lo menos tienes que buscar la manera de que haya algún tipo de consecuencias si no te pones a estudiar (o lo que sea que tengas que hacer). Es que aunque te apasione lo que estás estudiando, necesitarás una fuerza de voluntad sobrehumana para llegar al final del curso.
Lo digo por experiencia. Desde principios de año me he apuntado a 16 MOOCs. ¿Sabes cuántos he terminado? UNO. Y sinceramente no tengo ni idea de cómo conseguí acabarlo. Encima, a día de hoy me están llegando a mi bandeja de entrada emails de 5 cursos distintos a los que me apunté en verano y que ni siquiera he abierto. Emails que me producen muchísima ansiedad porque son cosas que me gustaría estar haciendo pero que no tengo tiempo material para hacerlos. Y no me vale lo de “Siempre hay tiempo para las cosas que quieres hacer”. Hazme caso que últimamente soy plenamente consciente de cómo uso el tiempo y no da más de sí el pobre.
¿Conclusión de todo esto? Que si quieres aprovechar esta magnífica (y gratuita) fuente de conocimiento vas a tener que ponerte las pilas con el tema de crear hábitos, fijar tiempo cada día y luchar por ello constantemente. Eso o paga. También es conveniente que analices el tiempo que tienes disponible antes de apuntarte a ninguno, porque después el precio en estrés e insatisfacción es enorme.
Y a pesar de todo mi despotrique,* te recomiendo que pruebes a hacer alguno. Es una experiencia bastante enriquecedora. Sobre todo si estás pensando en hacer tu propio Máster Personal. Creo que es una de las actividades que más beneficios te puede reportar a largo plazo en relación calidad/precio. Pero ya te digo, entrar en el bucle de registrarte a todos los que pillas sin control es muy fácil. No completar ninguno y desesperarte por el camino lo es más todavía.*