Hace unos días, una buena amiga me pidió consejo porque estaba pensando en comprarse una cámara réflex nueva.
Normalmente, cuando alguien viene a mi en busca de este tipo de consejo, lo hace con dos modelos de marcas diferentes: una Nikon y una Canon. A la hora de elegir, cada marca ya de por sí tiene unas características generales que las hacen útiles para usos determinados.
Normalmente si tienen una idea mínima de fotografía o han investigado y buscado comparativas, me vuelven la cabeza tarumba con características maravillosas de cada una, y que les hacen harto complicado llegar a una decisión.
Normalmente a su pregunta yo respondo con otra pregunta. Una pregunta fundamental relacionada con el propósito de tu futura flamante cámara réflex. Y suele ser: “¿La quieres para foto o para vídeo?”. Porque, si no tienes claro qué quieres hacer con ella, seguramente acabarás viviendo en el bucle eterno de la indecisión antes de comprarla o del arrepentimiento infinito cuando ya la tienes en tu poder. Y es bastante habitual tener nuestra residencia fija en dichos parajes.
En mi opinión, lo que caracteriza a esta época es la perfección de los medios y la confusión de los fines.
Albert Einstein.
La primera regla
Pero a mi pobre amiga no le tocó la pregunta que hago normalmente. Bueno, le tocó más tarde, cuando me apiadé un poco de ella y empecé el peritaje mental de pros y compras. Le tocó una mucho más horrible y cruel, propia de mi yo tocapelotas que últimamente se está dedicando a cuestionar todo lo que tiene entre manos : ¿Por qué quieres una cámara nueva?
¡Boom! Silencio incómodo. Había tocado fibra sensible.
La desdichada se me quedó mirando, sin saber qué decir. Empezó a mirar a todos lados, nerviosa. Era incapaz de responderme. Y todo porque no había cumplido la primera regla de la estrategia:
Mira hacia adelante, razona hacia atrás.
Al hacerle esa pregunta con tan mala leche, lo único que hice fue desplazarla al futuro momentáneamente, y ver como encajaba en él el comprarse una cámara nueva. Y no digo que no la necesite (horas más tarde fue capaz de hacerme un razonamiento aceptable de por qué la necesitaba), sino que simplemente había asumido que tenía que comprarse una cámara nueva sin pararse a plantearse el fin último de su deseo.
Mi pregunta habitual de* ¿Para foto o para vídeo?* es una versión reducida de esta primera regla. Pero cuando te gastas cientos de euros en un objeto, creo que compensa bastante el pararte un momento, trasladarte al futuro y ver si realmente te hace falta para conseguir lo que quieres, y en caso afirmativo decidir las características que debería tener. En este caso podrías querer ser un fotógrafo de bodas o un operador de cámara en documentales, y en función de cada uno una cámara u otra podría ser más útil.
¿Por qué debemos pensar en el final?
En nuestro camino particular a la independencia, seguir esta regla para mi se convierte en un paso fundamental. Sobre todo si nos ponemos en un nivel más general. Por eso en mi entrada anterior, hablaba de las distintas opciones que tenemos para ponernos en marcha.
Entre los beneficios, tenemos que el partir de una meta bien definida:
- Ayuda a priorizar tareas. Con una meta clara tienes un criterio para decidir qué es importante y qué no lo es.
- Mantiene la motivación. Sirve para responder cada vez que estás falto de fuerzas a la pregunta “¿Por qué hago esto?”.
- Permite comprobar si vas en buen camino.
Quizás una de las ventajas que te hacen más poderoso es la última de las tres. Sí tienes claro el fin que buscas (trabajar como diseñador gráfico de páginas web, por ejemplo), cada cierto tiempo puedes comparar tu progreso con lo que te habías planteado. Y a partir de esa comparación y de lo lejos o cerca que estés de esa meta final puedes ir haciendo cambios en la forma que tienes de hacer las cosas. A esta forma de actuar se le conoce como estrategia del afinador.
Incluso puede que tras un periodo de tiempo considerable (que conviene que fijes de antemano), tengas que dar un giro radical a la estrategia que estás realizando. O quizás llegues a la conclusión de que la mejor opción sea abandonar y ponerte con otra cosa.
Una herramienta para mirar hacia adelante
Además de los árboles de decisión, herramienta habitual para pensar de esta manera y sobre la que hablaré en una entrada próxima, me gustaría enseñarte una técnica que descubrí recientemente leyendo The Personal MBA, uno de los libros de mi lista de lectura del máster (que además está muy relacionado con el auto-aprendizaje y el montarte tu propio máster).
Se trata de la técnica de los “5 por qué”. Cada vez que vayas a plantearte algo que quieres conseguir (o lo que es lo mismo, fijar una meta), pregúntate por qué quieres eso. Conviene que no fuerces la respuesta, sino que salga de manera natural y directa de tu mente (si no es así entonces tienes un problema). A la respuesta que te des, vuelve a preguntarte por qué otra vez, realizando el proceso tantas veces como sea necesario para encontrar una respuesta muy simple “Porque lo quiero”.
Al encontrar esa respuesta, habrás dado con el fin último que buscas. Habrás pensado hacia adelante, y a partir de ahí podrás ir reconstruyendo el camino hacia atrás, hacia el punto en el que estás, y puede que encuentres otros caminos para conseguir ese fin que sean más baratos, rápidos o satisfactorios.
El ejemplo que viene en el libro, a partir de la meta típica de “Quiero ser millonario” es bastante ilustrativo . Siguiendo el planteamiento de los 5 por qué:
- ¿Por qué quiero un millón de euros? Porque no quiero estar todo el día pendiente del dinero.
- ¿Por qué no quieres estar todo el día pendiente del dinero? Para no estar todo el día inquieto.
- ¿Por qué no quieres sentirte inquieto? Para sentirme seguro.
- ¿Por qué quieres sentirte seguro? Para sentirme libre.
- ¿Por qué quieres sentirte libre? Porque quiero sentirme libre.
Entonces, la cuestión no es que quieras ser millonario, sino que quieres ser libre. Y lo mismo resulta que hay formas de conseguir ser libre que no requieran de tanto esfuerzo y sacrificio. Sirva de muestra la historia para muchos conocida del pescador y el ejecutivo. Pero oye, que lo mismo es que quieres ser millonario y punto. Si es así, ya tienes algo por donde empezar a construir.
Puede que todo esto suene obvio, pero te recomiendo que lo pruebes. Que cojas algo que quieras, como la cámara réflex de mi amiga. O como el ipad que estaba pensando en comprarme porque me he quedado sin portátil, y que al final he descartado porque me pregunté 5 veces por qué demonios lo quería.
O mejor aún. Pregúntate 5 veces por qué quieres independizarte. Llega a la raiz de tu deseo. Empieza a plantearte formas de construir ese camino. Y sobre todo identifica la primera acción. Suena a chorrada de autoayuda, pero te reto a hacerlo. Verás como no es tan fácil. El camino es duro. Y bastante feo. Nadie dijo que esto iba a ser fácil.
Photos by: Jason Devaun and Robert McGoldrick