Llevo semanas queriendo retomar el blog. Hacerle algunos cambios. Tanto en el diseño como en la temática de los posts. Hacerlo un poco más personal. Un lugar de reflexión donde poder explorar y buscar paso a paso mi camino.
Sin embargo, es una de estas cosas que vas dejando. Pasa el tiempo, ocupado con montones de cosas no demasiado importantes que te mantienen ocupado y al margen del sentimiento de culpa por no hacer aquello que deberías. Seguramente sabes bien a qué me refiero.
Pero al final siempre llega un día en que te ves obligado a parar y dejar de engañarte. Un día que te hace replantearte ciertas cosas. Un día en el que se pone de manifiesto lo finitos que somos y la de vueltas que damos en vez de aprovechar cada momento para hacer lo que es realmente importante para nosotros.
Ese día para mi fue ayer.
No hace falta que me explaye contándote el dolor que supone la marcha de un ser querido. Todos en mayor o menor medida hemos pasado por ello. Pero es lo que hay. Forma parte de nuestra condición.
Simplemente quería compartir contigo lo afortunado que me siento. ¿O acaso no es brutal el poder haber ido a Nueva York con mi abuelo de 85 años? Sí, mi relación con mi abuelo no se reduce solo a eso. Pero es un hecho que representa la suerte de haber tenido alguien que nos ha querido tanto a mi hermana y a mi durante todos estos años. Una persona que nos ha dado tanto y con la que hemos vivido momentos inolvidables… Son cosas que no todo el mundo ha podido disfrutar, y por eso estoy muy agradecido.
Y ahora que se ha marchado el viajero empedernido, va siendo hora de que ocupe su lugar y emprenda por fin mi camino. Ya está bien de dar rodeos. La vida es corta. Cumpliré mi promesa y haré ese viaje.
En el comienzo de las “Meditaciones” Marco Aurelio recordaba las cualidades más significativas de las personas que más le marcaron. Y precisamente comenzaba con su abuelo: “De mi abuelo Vero, el buen carácter y la ausencia de cólera“.
Aunque aplicable a mi propio abuelo, los recuerdos que han ido aflorando estos dos últimos días han puesto de relieve algo que sé que en gran medida ha forjado quién soy. Una cosa inmaterial que me entregó él desde que era niño y que yo intento dar a los demás en la medida de lo posible. Y que hasta ayer no me di del todo cuenta de dónde venía.
De mi abuelo, el cariño.