Estar perdido es normal

Finaliza octubre.

Resumen del mes en una idea clave: lucha contra la incertidumbre, lo desconocido y el caos.

Déjame que me explique.

Septiembre fue un mes más o menos fácil, en el que tenía claro que lo que tenía que conseguir era poner en marcha todas las actividades que quería hacer en mi máster personal: escribir, las clases de impro, leer, cocinar… Toda mi energía estaba completamente dirigida a conseguir ese objetivo muy claro. Y lo conseguí más o menos bien. Sin embargo, en octubre las cosas no estaban tan claras.

De todo lo posible, lo único que seguía claro era consolidar las actividades que había empezado en septiembre. Pero a la vez se hacía presente el gran problema: cómo empiezo a ganar dinero para conseguir mi objetivo. Bienvenida seas, incertidumbre, porque no encontrarás un camino recto y claro para llegar a donde tú quieras.

Hay tantos caminos posibles que parece imposible elegir uno. Ya lo he comentado anteriormente: nuestra mente racional se bloquea con mucha facilidad ante los problemas. Sobre todo cuanto más grandes son, porque busca soluciones grandes. Pero hoy la cosa no va tanto de buscar soluciones, como de reflexionar un poco sobre cómo es la realidad y abandonar la visión del mundo que nos rodea como algo controlable.

Aguarda, que sigo intentando explicarme.

Si pudieras ver el cuaderno donde escribo a diario mis tareas y reflexiones rápidas, te darías cuenta de que como cualquier otra persona, a pesar de todas las chorradas que escribo por aquí sobre fijar objetivos, he estado dando tumbos durante el mes entero.

Cuando empecé a hacer la revisión del mes para ver qué ha ido bien y qué hay que mejorar mi cara de horror me hubiera valido perfectamente para un disfraz para la noche de Halloween. En realidad fue más una confirmación de la sensación que me ha estado acompañando durante todo el mes. Pero quieras que no es una jodienda que te pases un mes escribiendo sobre “ten una meta para obtener resultados” y tú mismo hayas cambiado de prioridades y objetivos unas 5 veces a lo largo de ese mismo tiempo. ¡Coherencia, Mr Tejado, coherencia!

Evidéntemente, una lluvia de latigazos cayó sobre mi conciencia. Pero tras ella vino un poco de reflexión. No era cuestión de lloriquear, castigarme y punto. ¡Tengo una reputación de frío y analítico ser que mantener! Y al final llegué a una conclusión un poco benevolente conmigo. Todos sabemos que al final nos queremos aunque sea un poco y pecamos de autoindulgencia muy de vez en cuando. Aunque creo que puede ser interesante lo que saqué en claro.

En la situación en la que estamos, estar perdido es normal. Así de simple. Es más, estar perdido en la vida es algo muy, muy normal. Que levante la mano quien esté seguro al 100% del camino que está siguiendo. Que lo haga el que nunca haya cambiado de rumbo influido por las miles de voces que aparecen durante meses tratando de hacer que sigas un curso diferente, intentando que desvies tu atención a otras cosas en vez de quedarte con lo que se supone quieres hacer. O simplemente, tienes tantas opciones que das mil vueltas sin saber qué escoger.

Nuestra desorientación es normal. Dar tumbos y perderse es lógico. Por eso buscamos con tanto ahinco alguien que nos diga qué hacer. Porque somos débiles e incapaces de seguir un rumbo marcado por nosotros mismos. Nos cuesta muchísimo esfuerzo mantenernos en orden y en marcha.

Ojalá hubiera un camino recto y luminoso que nos llevara a donde queremos.

Sin embargo estamos condenados a dar miles de vueltas buscando un poco de verdad. Aferrándonos a lo que vamos aprendiendo con cada giro de timón, como si fueramos barcos en medio de la tormenta (qué poético me he puesto en un momento, oye). Por eso creo que el mosqueo conmigo mismo por cambiar de rumbo 5 veces en un mes no procede. Con lo que deberiamos quedarnos es con las cosas que he conseguido aprender gracias a esos redireccionamientos.

Puede que todavía esté lejos de conquistar mis objetivos, pero mientras vaya aprendiendo cosas nuevas y útiles para conseguir conquistarlos, debo estar contento. Mientras no me deje llevar (demasiado) por la corriente de los hechos, por lo que mi entorno me demanda y que me frena o me aleja de esos objetivos, debo estar contento. Mientras haga lo que es propio a mi persona, aprender constantemente y compartir lo aprendido con aquellos que lo deseen y lo merezcan, debo estar contento. Y todo irá bien.

En definitiva lo que he aprendido esta semana es a aceptar la realidad de que estamos perdidos y desorientados, que tenemos que abrirnos pasos entre olas de caos y confusión. Y que precisamente lo que hace que la vida sea atractiva, que cada día te pongas en marcha, es el placer de afrontar esos problemas, que te ponga el aprender cómo superar cada barrera que se levante ante ti y hacer aquello que sientas que debes hacer.

Abraza el caos, disfruta de la incertidumbre y haz tuyo el aprendizaje.