Lo siento. No podía resistirme. Si me conoces un poco sabrás una de mis mayores debilidades. Y si es la primera vez que me lees, no me andaré con rodeos. Me apasionan los vikingos. Y tarde o temprano iban a aparecer por aquí, por poco que peguen o que me digas que te importan menos que una hamburguesa de carne a un vegetariano. Aunque te admitiré una pregunta ¿Por qué los vikingos?
Tiene mucho que ver con la* importancia* que tenía la narrativa en su cultura. Desde que era pequeño me han encantado las historias en cualquier soporte. Libros, películas, videojuegos… Todo lo que fuera ficción y con lo que me sintiera mínimamente identificado me atrapaba hasta que no llegaba al final. Creo que uno de los culpables de que acabara estudiando lo que acabé estudiando fue precisamente esto (aunque no haya contado ninguna buena historia todavía). Y desde luego, es una de las cosas que me atrajo de la cultura medieval escandinava, más allá de hachas, pillajes y dioses varios.
El contar historias tenía un papel de* gran relevancia en la sociedad vikinga*. Es más, los poetas encargados de transmitir dichos relatos, los skalds, eran venerados y ostentaban puestos de honor. Aconsejaban a jefes y reyes por su enorme sabiduría. Y contaban las gestas de grandes héroes o las batallas entre dioses y gigantes, con los que inspiraban a los vikingos, forjando en parte su visión del mundo y su manera de actuar. Me flipa tanto la idea que hace tiempo me prometí que algún día llegaría a ser una especie de skald en tiempos modernos.
De todo lo dicho, necesito que te quedes con una idea para poder proseguir con mi argumentación: cómo influía en la vida de los vikingos la ficción. Al fin y al cabo, la función de la ficción en nuestras vidas, aparte de mantenernos entretenidos en nuestros sofás después de un duro día de trabajo, es darnos referentes con los que afrontar las dificultades que nos encontramos a diario. Es una forma distinta de aprender, que además es muy permeable y que en muchas ocasiones sucede a un nivel subconsciente.De ahí que sea tan importante por ejemplo en el caso de los niños, que tantas horas pasan recibiendo historias de muchos tipos, para construir su visión del mundo, dentro del cual se incluyen cosas como su forma de entender las diferencias de género o el papel que tiene la violencia en su entorno.
Por eso, basándome en esa idea de que la ficción es también una fuente de aprendizaje, se me ha ocurrido coger de vez en cuando alguna película o libro y analizarlo en busca de enseñanzas subyacentes que nos puedan ser de utilidad para nuestro camino particular a la emancipación. No pretenden ser críticas de películas (ya hay mucho crítico desatado por ahí, y no creo que esté a la altura de ninguno de ellos). Serán simplemente experimentos en busca de otras formas de aprender y sacar partido a una herramienta tan poderosa como la ficción.
Y, como la cosa va de aprender con vikingos, he pensado que la mejor forma de empezar es con una de mis películas favoritas, Cómo entrenar a tu dragón.
Un vikingo cobardica encontrando su sitio en el mundo
No sé si a ti te habrá pasado, pero se de muchos que han sido influenciados tanto por su entorno, intentando adaptarse a lo que se supone que de uno mismo reclama, que al final se han visto aplastados y perdidos por fuerzas que ni siquiera van con él.
Sí, me refiero a cuando tu familia te dice que tienes que ser abogado/médico/butanero porque todos en ella lo han sido . Me refiero a cuando tu profesor de química te dijo que estabas loco por querer meterte en un Comunicación Audiovisual cuando estaba claro que ibas a ser un gran ingeniero. Me refiero a todas esas veces que hemos orientado nuestros pasos según las exigencias de lo que nos rodea (o creemos que nos exige), aunque en realidad ni siquiera ese camino se nos de bien o nos guste.
Básicamente, ese el problema que afronta Hipo, el protagonista de la película. Vive en una aldea donde el estatus depende de la cantidad de dragones que mates. Pero para eso hay que ser valeroso y diestro con el hacha. Por desgracia, Hipo es cobardica, debilucho y bastante torpe, cosa que todo el mundo de la aldea conoce y que al protagonista desespera. Y encima su padre es el jefe de la aldea, un poderoso vikingo decepcionado por las notables carencias de su hijo.
La frustración de Hipo es inmensa por no poder ser como los demás vikingos y matar los dragones suficientes para alcanzar el estatus que busca y poder así ligarse a la vikinga buenorra que tanto le pone. Además, para colmo de males los intentos por encontrar formas alternativas usando el ingenio y la creación de artefactos que suplan sus carencias físicas son una y otra vez reprochados y reprimidos por la gente de la aldea. Los dragones se matan con hachas y martillos. Déjate de chorradas que no funcionan. Deja de comportarte así y conviertete en un vikingo ya, hombre.
Sin embargo, gracias a uno de sus inventos derriba e hiere a un dragón, que se queda atrapado en un valle cercano a la aldea. Se produce así un encuentro que dinamita por completo la dinámica interna de Hipo. En vez de matarlo, algo que al final parece que no deseaba tanto para conseguir el estatus de vikingo de pata negra, le libera e intenta ayudarle a volver a volar, desarrollando en el camino dos habilidades fundamentales. Por un lado mejora su capacidad de inventar cosas, creando un ala y un sistema de arnés que le permite ayudar a Desdentao (el dragón) a volar. Por otro, en el proceso en el que su amistad va creciendo, Hipo aprende cosas sobre el comportamiento de los dragones, conocimientos y trucos que luego emplea para sorprender a los habitantes de la aldea, ganarse su admiración y demostrarles que hay otras formas de tratar a los dragones más allá de reventarles las cabezas.
Lo que me interesa recalcar aquí es la importancia del proceso de autoconocimiento y aprendizaje sin prejuicios. Gracias a que Hipo pudo dejar a un lado los planteamientos de su entorno, experimentando a escondidas, fue capaz de conocer, practicar y mejorar sus habilidades.
Comparado con las aguerridas costumbres de su pueblo, Hipo es diferente, tiene unas habilidades únicas que complementan a las de los valientes vikingos. Trae algo nuevo que resulta valioso. Pero para encontrarlo siguió un proceso de descubrimiento de si mismo, de aprendizaje y crecimiento para diferenciarse, encontrar aquello que realmente se le daba bien, para luego ocupar un lugar importante en la aldea. Y encima al final se liga a la vikinga que tanto le ponía. Aunque claro, si tienes un dragón con el que surcar los cielos, si no ligas es porque no quieres.
No quiero meterme en más profundidades de la trama, que suficiente spoiler he hecho ya. Solo decir que cuando Hipo por fin es consciente de sus habilidades, de que realmente sirve para algo, se olvida por completo de sus miedos, demostrando un valor sin igual. Y todo es porque ya sabe qué tiene que hacer, cómo hacerlo y además que es capaz de hacerlo. Muchas veces, el miedo que nos paraliza viene por el desconocimiento, y en el momento en que se elimina esa carencia podemos hacer frente a casi cualquier cosa que se nos ponga por delante.
Llevando los vikingos a la vida real
Pero me pregunto… ¿Todo esto es aplicable de manera realista en nuestra vida? Yo creo que sí. Al fin y al cabo, es como debería ser nuestra vida de forma natural: aprender y crecer experimentando, desarrollar unas habilidades que normalmente están asociadas a nuestra forma de ser, que nos hacen valiosos y que podemos emplear para conseguir un lugar en la sociedad. Sí, es simplificado. Pero a veces es bueno simplificar.
El problema pienso que surge en el momento en que este proceso es interrumpido por la ineficacia y comodidad en las que nos ha metido el sistema educativo, y que continúa con los empleos de mierda tipo McDonalds que realmente no te sirven para seguir desarrollando tus habilidades.
Miedo, intransigencias, falsas perspectivas sobre la realidad… Son nuestros enemigos para crecer. Un aprendizaje por contacto, como el de Hipo, en el que tienes que resolver problemas y situaciones reales con tus habilidades te hace crecer mucho más que años metido en una clase, escuchando, memorizando y vomitando información.
Y sobre todo, no hace falta que te topes con un dragón para aprender habilidades y experimentar. Puedes crearlo tú mismo. Cuando empecé este blog, empecé a decirme que era mi dragón. Gracias a él estoy experimentando y buscando mi sitio en este mundo. Además me permite llegar a otras personas y darles aunque sea algo mínimo de valor. Y no sé si me servirá para ligar, pero me aseguro de disfrutar cada vuelo que supone el sentarse a escribir, devanarme los sesos y sentir como fluyen mis pensamientos como nubes que pasan. No es lo mismo que volar de verdad. Pero a mi me tiene enganchado.
Lo que sí me gustaría es saber tu opinión sobre todo este planteamiento de aprender, conocerse y experimentar. ¿Piensas que es realmente posible? ¿Qué obstáculos crees que hay en ese camino? Ah, y si no has visto las dos películas, ya estás tardando. Déjame que te convenza con esta secuencia:
Photos by: Shannon Kringen and Dominic Alves